martes, 23 de febrero de 2016

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Los páramos de Colombia, en algún momento de su historia estuvieron ocupados por los hielos de la última glaciación y su relieve actual está conformado por el conjunto de geoformas que resultaron de fuerzas internas como la orogenia, el plegamiento, el desarrollo de fallas geológicas, el vulcanismo y el peso de las grandes masas de los glaciares que dieron origen a profundos valles. 

Desde una perspectiva de ecología planetaria, la Tierra que depende de la energía solar, funciona como la gran «máquina térmica». Capta la energía solar, la invierte y la transforma en procesos dinámicos y de organización de la vida. El calentamiento desigual y la rotación, ponen en movimiento las grandes masas de aire y generan los ciclos atmosféricos.
En los páramos colombianos se pueden distinguir dos grandes modalidades de reparto temporal de lluvias: el monomodal y el bimodal.


En el régimen monomodal o biestacional, la estación seca está determinada por el invierno del hemisferio norte; es el más frecuente en los trópicos y se caracteriza por presentar un período de lluvias máximas, generalmente a mitad de año entre abril y noviembre, seguido de uno de pocas lluvias a finales y a comienzos del año, entre diciembre y marzo.

El régimen bimodal o tetraestacional, también denominado ecuatorial, se caracteriza por presentar dos épocas de lluvias, generalmente de marzo a mayo y de septiembre a noviembre, intercaladas con dos períodos de poca lluviosidad: el primer período seco o de verano, la época de menores aportes hídricos en el año, va desde diciembre hasta febrero; la segunda estación seca, a mitad de año, entre junio y julio es muy corta y de poca intensidad y se conoce como «veranillo de San Juan»; ocurre en las regiones septentrional, central y meridional de los Andes colombianos. 

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